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Blog de Patxi

Media maratón de Banyoles.

Media maratón de Banyoles.

 

Para mi la carrera ya empezó a las 18:30 de la tarde del día anterior a la carrera participando en los carnavales de Tossa de Mar donde, por cierto, ganemos el primer premio de comparsas.

La entrega de premios del carnaval se alargó hasta las doce de la noche, osea que me fui a dormir con solo un cola Cao y un plátano a eso de la 01:30.

Mi despertado sonó a las 07:15 de la mañana y como un "zombie" me dirigí al coche para ir a Banyoles y competir en la media maratón.

 El reencuentro con los amigos siempre reconforta y te llena de alegría. Casi sin tiempo de hablar e ironizar con comentarios de la carrera apenas calenté y mucho menos estiré.

La salida fue como siempre, a un ritmo rápido para hacerse hueco y dejarte llevar hasta ir adaptando el ritmo a una calzada de crucero y dosificando fuerzas para acabar los 21 kilómetros de carrera.

En los primeros kilómetros rodeando en lago me encontré pesado ¿falta de sueño? ¿Falta de energía por la cena insuficiente? ¿Cansancio acumulado por el día anterior? ¡¡Vete tú a saber!! Pero tuve que apretar los dientes para seguir a mi pelotón de atletas.

Al final opté por bajar el ritmo y convencerme de que no tenia el cuerpo para grandes hazañas. Me quedé solo hasta que me alcanzó un atleta alto y largo como un día sin pan. Decidí utilizarlo de liebre hasta el kilómetro 13 donde el estómago empezó a pasar factura del sobreesfuerzo realizado. Pinchados, retortijones… bajé más el ritmo si quería llegar dignamente a meta.

Mientras corro a un ritmo cómodo recuerdo que en el gráfico de la prueba el perfil era más bien llano, pero que a la hora de la verdad no es así; pequeños repechos, caminos bacheados, bajadas pronunciadas y subidas interminables.

Kilómetro 18, ya veo el lago. No queda nada. Una subida a la derecha, carretera larga y llana hasta el casco urbano, tres curvas y la recta de meta.

Lo mejor de la carrera no fue la carrera, sino la comilona en el restaurante Can Mià con los amigos de toda la vida y el jabalí casi entero que entro sin darme cuenta por mi boca.

Para mi la carrera ya empezó a las 18:30 de la tarde del día anterior a la carrera participando en los carnavales de Tossa de Mar donde, por cierto, ganemos el primer premio de comparsas.

La entrega de premios del carnaval se alargó hasta las doce de la noche, osea que me fui a dormir con solo un cola Cao y un plátano a eso de la 01:30.

Mi despertado sonó a las 07:15 de la mañana y como un "zombie" me dirigí al coche para ir a Banyoles y competir en la media maratón.

 El reencuentro con los amigos siempre reconforta y te llena de alegría. Casi sin tiempo de hablar e ironizar con comentarios de la carrera apenas calenté y mucho menos estiré.

La salida fue como siempre, a un ritmo rápido para hacerse hueco y dejarte llevar hasta ir adaptando el ritmo a una calzada de crucero y dosificando fuerzas para acabar los 21 kilómetros de carrera.

En los primeros kilómetros rodeando en lago me encontré pesado ¿falta de sueño? ¿Falta de energía por la cena insuficiente? ¿Cansancio acumulado por el día anterior? ¡¡Vete tú a saber!! Pero tuve que apretar los dientes para seguir a mi pelotón de atletas.

Al final opté por bajar el ritmo y convencerme de que no tenia el cuerpo para grandes hazañas. Me quedé solo hasta que me alcanzó un atleta alto y largo como un día sin pan. Decidí utilizarlo de liebre hasta el kilómetro 13 donde el estómago empezó a pasar factura del sobreesfuerzo realizado. Pinchados, retortijones… bajé más el ritmo si quería llegar dignamente a meta.

Mientras corro a un ritmo cómodo recuerdo que en el gráfico de la prueba el perfil era más bien llano, pero que a la hora de la verdad no es así; pequeños repechos, caminos bacheados, bajadas pronunciadas y subidas interminables.

Kilómetro 18, ya veo el lago. No queda nada. Una subida a la derecha, carretera larga y llana hasta el casco urbano, tres curvas y la recta de meta.

Lo mejor de la carrera no fue la carrera, sino la comilona en el restaurante Can Mià con los amigos de toda la vida y el jabalí casi entero que entro sin darme cuenta por mi boca.

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