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Blog de Patxi

Control sexto: El ataque de los mosquitos.

Control sexto: El ataque de los mosquitos.

 

La verdad es que al sexto control llego enfadado y comento -¿a quien se le ocurre meternos en esta bajada tal y como llevamos las piernas?

Se echan a reír y me comentan que no he sido el único que se ha quejado.

Lleno mi depósito y cuando estoy a punto de partir, observo que otro corredor esta bajando como puede esa especie de pista de ski de arena.

Decido esperar y el hombre llega, se sienta y se pone la cabeza entre las rodillas y las manos en la cabeza. Miro su dorsal y veo su nombre, “Joan”.

Al ver que no se movía del lugar, decido seguir por mi cuenta y me pierdo siguiendo las marcas por ese océano de polvo.

Va oscureciendo y mientras corro me saco la mochila para buscar mi frontal y ponérmelo. La verdad es que la luz desaparece muy rápido o mientras corro el tiempo pasa muy rápido pero ya es de noche y un zumbido corre por mi oído como si una moto de gran cilindrada adelantara mi oreja. Con la luz del frontal se me hace una nuve de mosquitos y empieza a coserme a picotazos. Que horror. Tenía que haber hecho caso a Paloma y llevarme el antimosquitos, pero no lo hice porque pensé que llevaria mucho peso. Estoy muerto.

A lo lejos, una luz de frontal se acerca y ralentizo el paso, es el Joan y le pregunto si tiene spray antimosquitos, me dice que no.

Paro para ver si en mi mochila tengo algo que me salve de esa situación extrema, pero nada, solo me queda correr y Joan se me escapa entre la noche. El único resquicio de civilización en ese momento fue el parpadeo de un avión.

Me meto en un camino y corro pero me empiezo a encontrar pesado, más de lo normal y paro. Veo que el parón hace que me encuentre peor y troto. Estoy mareado. Bebo agua y tengo arcadas. Vuelvo a parar y me siento en una roca. Mi vista se tiene que acostumbrar a la zona iluminada y parece que vaya con retraso. Me levanto y ando, intento correr y me mareo. Vuelvo a intentar beber y más nauseas. Sin beber estoy jodido.

Camino hasta el control siete, se me hace muy duro. Tengo la sensación de estar caminando en una habitación totalmente oscura e intento trotar pero es imposible. Me encuentro fatal.

Llamo al teléfono de emergencia que la organización me ha dado y en pocos minutos vienen a buscarme. Me preguntan si quiero asistencia y me avisan que eso supone la descalificación de la prueba. Me lo pienso y un chico del control me pregunta si era la primera vez que hacía una ultra maratón y le digo que si.

Me responde que lo mejor es que abandone ya que sino el tema se pondría peor y para el último control no me dejarían pasar, además me felicita y en broma me dice que noventa kilómetros no los haría en bici. Que para ser la primera vez está muy bien. Me informa otro chico que iba el décimo.

Me lo pienso y decido abandonar. Lo he dado todo. Estoy vacío. He luchado hasta el final y ¡¡¡he ganado!!! No he ganado la Isostar Desert Marathon, ni he llegado a cumplir con el objetivo que llevaba en mente de acabar el reto, es verdad, pero he ganado experiencia para los próximos ultras que haga. He aprendido que no tengo que desaprovechar el agua que me dan, que hay que llevar un material más cómodo, que cada uno tiene su ritmo y que fue un error acelerar mi ritmo para no ir solo, que hay que llevar pastillas de sal e ibuprofeno, los pies más protegidos, antimosquitos pese a que la mochila pese un poco más. He aprendido a superarme en la distancia y en la soledad y solo tengo ganas de recuperarme para mi próxima aventura.

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