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Blog de Patxi

Carrera de 21km de montaña en Cantallops.

Carrera de 21km de montaña en Cantallops.

La prueba se disputó en Cantallops para recaudar fondos para los afectados por los fuegos de l’Empordà

La organización había preparado dos recorridos, uno de 21 kilómetros, con más de 1000 metros de desnivel positivo acumulado, y otro de 10 que hacía una vuelta circular por los caminos forestales de la población.

En mi caso decidí hacer la de 21 kilómetros saliendo desde la plaza central con 1000 atletas. Nadie llevaba dorsal ya que no era de carácter competitivo, pero los corredores corrían a su máximo nivel por las durísimas subidas de las montañas vecinas al pueblo.

Nada más empezar, los corredores de la zona apretaban con la intención de ponerse en una buena posición antes de empezar  “els corriols” (caminos estrechos por donde pasa el agua) y así no ir en los embotellamientos por corredores más lentos. En mi caso aguanté bien el ritmo de salida ya que me dejé llevar a lo primero y apreté los dientes y sufrí mucho después para no entorpecer el paso a los que venían por detrás de mí.

La primera de las subidas se me hizo eterna. Muy dura. Recuerdo que era subir, subir y subir. Todos en fila de uno, sin casi posibilidad de adelantar, pero tampoco era la intención ya que con un par de kilómetros ya estaba muy tocado, casi vacío y con 19 kilómetros que quedaban lo más inteligente era dosificar.

Seguíamos subiendo y el paisaje con las vistas del Empordà no consolaba el cansancio, hasta que inesperadamente y casi sin avisar me vi corriendo por una superficie totalmente nueva para mi.

Yo he corrido sobre asfalto, sobre tierra, arena, hielo, nieve y agua, pero por ceniza… nunca. Era una sensación visual muy curiosa y agobiante al mismo tiempo ya que el polvo que dejaban a su paso los corredores que tenia por delante se te pegaba a la piel sudada y al paladar de la lengua. La ropa se marcaba como la piel de una cebra con el roce de las ramas chamuscadas. Nada de verde, ni un rostro de vida, solo desolación y nosotros.

La subida era interminable, tanto que cuando quise mirar el paisaje ya era imposible por que las nubes en forma de niebla me impedían ver cualquier cosa a más de cien metros.

Ya corríamos por hierva de alta montaña y rocas, estábamos en la cima de esa montaña y refrescaba la suficiente como para tomarse un respiro y beber agua del Camelbag. Ya pensaba que no se podía subir más hasta que la niebla me hizo ver como si fuera el telón de un teatro que estaba equivocado. Tocaba subir más.

Me adelantaban y yo adelantaba y no podía dejar de fijarme que todos llevaban camisetas de diferentes clubes de “running” de la zona, lo cual me satisfacía por dos razones; la primera porque corría entre auténticos corredores Trail Running y la segunda porque los corredores eran de la zona y eso era un plus. Por cierto, seguíamos subiendo.

Por fin la primera bajada, pero ¡que bajada! Se corría tan rápido que las piernas se movían por instinto ya que la mente no tenía tiempo a recopilar la información de cómo y cuando poner los pies para no caer o esquinzarte los tubillos esquivando piedras, rocas y siguiendo el camino que zigzagueaba y que nos llevó directamente a una zona boscosa y sombría dejándonos engullir por los matorrales y arbustos supervivientes del incendio.

¿Por aquí tengo que bajar? Dejando el camino estrecho a una vía rápida y ancha pero no sin antes bajar por una pared vertical a cuatro patas.

Avituallamiento en el kilómetro… ni idea, ¿el 8? La verdad es que de nada me sirve medir el tiempo del crono en distancias porque el configuración del terreno es en ocasiones muy lenta y otras muy rápida.

Seguimos bajando y adelanto a un chico que me comenta que ahora tendría que ahorrar energías porque viene la subida del avión. Una subida muy dura, casi a cuatro patas donde te tienes que ir ayudando de los árboles para subir y voltear un avión accidentado en los fuegos forestales del 96 donde murieron 4 franceses.

Volvemos a baja y me encuentro un segundo avituallamiento, pero decido no para por que  me queda agua el la Camelbag.

El recorrido boscoso con perfil rompe piernas por sus constantes subidas y bajadas se hace entretenido y el entorno es genial. Menos mal que esa zona no se quemó ya que sería una auténtica lástima.

Cruzamos ríos, puentes, una subida, otra bajada y el último avituallamiento. Pregunto cuanto queda y me dicen que entre 6 o 7 kilómetros. Eso no es nada, ya estamos.

Corro solo y el camino de rocas se estrecha. Me agarro en algunas ramas para sortear grandes piedras que he de trepar, las esquivo o las salto directamente hasta que calculo mal y tropiezo cayéndome al suelo rocoso. Me limpio y continúo corriendo. Escucho voces y decido apretar para coger al grupo que tengo delante y que no consigo ver. Apuro donde puedo y en ocasiones veo la espalda de uno de ellos, el último de un grupo de cinco del mismo grupo o equipo de L’Empordà.

Me meto entre ellos en la bajada muy técnica y escucho “ahora toca utilizar la técnica Tarahumara”, ja ja ja, ese libro también me lo he leído, es el libro que me dejó Juanmi “Nacidos para correr” muy bueno.

¿Qué tal te ha parecido la “cursa”? me pregunta uno de ellos, les respondo que es muy dura pero que me ha gustado mucho por el ambiente, el paisaje, el motivo de la carrera y ¿porqué no reconocerlo? por la misma dureza.

Eso es algo que solo los corredores de fondo tienen asumido, sufrir haciendo deporte…gusta, se necesita, te hace sentir bien contigo mismo, te conviertes en un depredador de la distancia. Superar tus retos, por muy duros que sean te hace superarte como persona y como deportista y lo que está claro es que esta sensación o se tiene o no y por más que se explique la gente no lo entiende.

Quedan 400 metros y entramos en Cantallops, en la recta final se ve a la gente y la meta, todos de negro menos yo. Uno de ellos comenta “ahora él (yo) esprintará” y yo le respondo que no, que mi intención es entrar con ellos y a falta de 40 metros veo como es de costumbre, a mi hijo Patxi sonriendo y esperando, como los equipos de fórmula 1 cuando su piloto entra triunfante en meta, a que lo coja para auparlo y correr los últimos metros juntos.

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