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Blog de Patxi

Isostar Desert Marathon

Isostar Desert Marathon

Te despiertas y ves que no estas en tu cama, sino en una tienda de acampada, y en pocos segundos te viene a la cabeza por qué no estas en tu habitación y recuerdas que ese día va a ser un día muy largo porque te has apuntado a tu primer ultra maratón de 114 kilómetros en el desierto de los Monegros.

Desayuno un poco de todo (zumo, bollería, galletas, Cacaolat…) con mi mujer, Paloma (mi ingeniera de pista y logística) e intento relajarme ordenando mi Kamelbag tuneado por mi ¿está todo? A ver… frontal, manta térmica, geles, agua, navaja, luz trasera del Kamelbag, antiséptico y vendas. ¡¡Caray!! lo que pesa.

-Llévate antimosquitos Patxi, me dice Paloma.

Pero le costesto que no, que la mochila ya pesa mucho y que creo que no es necesario.

Queda poco para la salida. La verdad es que hay poco público ¿la calor? no lo sé, pero el spiker comenta que el año pasado hacía más calor pero que durante toda la jornada de hoy nos acompañará el viento, así que no nos fiemos porque hay más riesgo de deshidratación. En ese momento pienso que el viento puede hacernos pensar que en algunos tramos no hará calor y que no dosificaremos correctamente el agua que nos dan solo en los puntos de control. Vale, ¡¡¡oído en cocina!!!

Cuenta atrás, últimas fotos de Paloma y petardazo.

 

Salida!!!

Nos dividimos en dos grupos, uno de doce corredores y el nuestro de ocho. Me encuentro a gusto, el ritmo es cómodo. Llegamos al primer control, me quito la Kamelbag, muerdo un gel y veo con inquietud que me quedo solo, mi grupo ya está saliendo para el control dos a unos doce kilómetros. Aligero rápido y lleno mi depósito de agua, cierro el tapón, me pongo la Kamelbag en la espalda y acelero para alcanzar al grupo.

Es una sensación extraña ir con ocho corredores donde solo el silencio se rompe por culpa de las respiraciones y pisadas al trote del grupo durante más de dos horas, pero te acostumbras y solo te centras en dosificar esfuerzos y te planteas preguntas como; ¿tendría que adelantarme antes de llegar al siguiente punto de control? ¿Aprovecho este ritmo para hacer “aguas menores”? ¿He hecho lo correcto comiéndome solo un gel?

Control dos: La invasión de los saltamontes.

Casi sin avisar, en medio de una pista rápida, la señar marcada por la organización nos hace girar a la derecha y adentrarnos en una especie de prado de tierra árida y cascotes de piedra. “Esto si que es auténtico”, “esto si que es duro” pienso mientras corro por la derecha del pelotón formado por los ocho… ¡¡No!! Espera, ahora solo somos cuatro. Giro la vista a mi espalda y observo que el grupo se ha despedazado y que quedamos Xavi Marina, Oscar, un chico con la equitación de Salomon y yo.

Abandonamos el prado y seguimos por otra pista de tierra dura que zigzaguea entre montículos y rocas. Esquivo un saltamontes, otro me salta al pantalón y cuando me lo quito con la mano descubro que el camino está plagado de insectos voladores como si de una plaga de langostas se tratara. Impresionante.

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