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De repente, me llama la atención una especie de cabaña al lado del camino, llena de banderas y un personaje bestido de templario. Es como si alguien decidia hacer un alto en el camino y quedarse allí, vendiendo objetos y recuerdos.
Sigo bajando y después de atravesar pueblecitos llego a Ponferrada.
Cuando cruzo un puente y veo un rio de aguas transparentes en Cacabelos, decido parar y buscar albergue, una vez hospedado decido pegarme un baño. El agua es fresquita y me relajo, y pienso en el símil de que cuando salí de Tossa era como el pan hecho del día, tierno y blandito, pero ahora estoy como el pan después de 11 días, duro, muy duro, tanto físico como mental.
Es de noche, me siento y cuento estrellas en el albergue de Cacabelos; una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho...
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